sábado, 11 de abril de 2009

Qué cielo habrá para el Cholo Taboada.


Don Taboada no alcanzó a romper esta foto suya con Raúl Alfonsín.
(Cortesía de Roque Z. Taboada)



Más de uno de esos personajes a los que Arnaldo Taboada, el Cholo, les cantó cuatro verdades incómodas, ha accedido al cielo de la buena prensa, esa que consagra a los próceres convenientes para el mantenimiento del orden social. En cambio nuestro amigo anda por ahí, en algún limbo de semiolvido ya, donde no lo recuerda ni su propio partido, por el que tanto hizo. Le debíamos esta rememoración.

Don Arnaldo Eliodoro Taboada había nacido en General Levalle, una localidad por donde pasa el límite entre dos provincias: Catamarca y Santiago del Estero. Su nacimiento fue del lado catamarqueño; pero de niño lo llevaron para Córdoba. De modo que cuando lo escuchabas, aún sin ser muy catador de tonadas, te sonaba a cordobés.

Desde chico tuvo que salir a trabajar; casi no pudo ir a la escuela. Fue analfabeto hasta los 23 años, cuando por sí mismo y con poca ayuda, valiéndose de sus propias luces (que no eran pocas) aprendió a leer.

Ya mayor vivió en Lucio V. Mansilla, pequeña ciudad a unos 240 kilómetros al norte de la capital de Córdoba. Allí estaba su lugar de trabajo: las Salinas Grandes de Córdoba. Ese vasto manto blanco es parte de un enorme país de la sal, que se prolonga en Santiago del Estero con las Salinas de Ambargasta, y en Catamarca con las Salinas de San Bernardo.

Ahí en las salinas trabajó el Cholo desde joven. Y asumió un compromiso duradero en defensa de los trabajadores. Porque siempre se sintió ni más ni menos que eso: un trabajador.

Inició su vida política en el socialismo. Simpatizaba con Alfredo Palacios. En 1962 fue candidato a diputado por el Partido Socialista Argentino.

Un momento que él recordaba como decisivo en su existencia, fue el de la primera negociación de la naciente Unión Obrera Salinera Argentina con los patrones de la actividad. Don Arnaldo había sido uno de los fundadores de la UOSA, constituida un 8 de marzo.

En la negociación con la patronal, se enfrentó fuertemente con un abogado galerita: Víctor Martínez, que andando el tiempo sería vicepresidente de la Nación. Cuando alguien de la patronal quiso comprar a la directiva del gremio, la presión llegó a ser tan fuerte que Taboada renunció a su cargo de Secretario General. El gremio terminó aceptando un aumento del 10%, en lugar del 30% que ya estaba por alcanzar.

En su vida de compromiso con el gremio, así como se enfrentó con un conspicuo radical, hizo amistad con otro: un joven abogado que pretendía renovar su propio partido, y que durante los años de la dictadura se atrevió a defender perseguidos políticos. Se llamaba Raúl Alfonsín. Más de una vez se encontraron los dos y se sacaron fotos juntos, en tiempos de luchas políticas muy alejados de la campaña de 1983.

En algún momento de los 70, el Cholo decidió que su ideario social tenía más posibilidades de realizarse por la vía del radicalismo. Así pues, se afilió a este partido, en el que iba a permanecer.

Se vino para la provincia de La Pampa a trabajar en la cosecha de trigo. Y allí se enteró de que más al sur se podía trabajar en algo que él conocía bien: las salinas. Aquí se vino entonces. Con los años vendría su hijo Roque, y este logró un anhelo: reunir a toda la familia, en Río Colorado.

Los gestos de desprendimiento de don Arnaldo son memorables. Tuvo un campo de una legua en Córdoba; lo vendió cuando debió alejarse del hogar, para que sus hijos dispusieran del dinero de la venta. Como a su entender bastaba con la palabra, no documentó la deuda. Y nunca se la pagaron a su familia. En Río Colorado puso alguna vez el nombre y la firma para ayudar a algún trámite en beneficio de una institución. Cuando alguien se olvidó de rendir cuentas, le embargaron la casa al Cholo. Quienes lo conocimos y tratamos, no lo escuchamos aludir jamás a estas situaciones. Vivía en un desprendimiento franciscano, sin otro lujo que su casi eterno ponchito. Sólo pudo viajar a Salta, Jujuy, Bolivia, cuando ya jubilado su hijo mayor lo ayudó y casi lo obligó a disfrutar un poco.

Lo conocimos como radical/laburante consecuente y sin arrugas. Brindaba su nombre para toda iniciativa o lista que coincidiera con sus principios de renovación y compromiso social. Por lo general quedaba en algún remoto lugar de suplente en esas listas. Y cada día recorría las calles como un Sócrates con tonadita, conversando con todo el que se le pusiera a mano, enterándose de las inquietudes del pueblo. Eso sí, estaba eternamente enfrentado a los que tenían alma de señores, a los que no entendían la situación de los que trabajan duramente para vivir, a los que negociaban ciertos principios irrenunciables. Así como era capaz de dar todo por una causa y por sus compañeros, también era claro y directo en sus críticas y objeciones cuando olfateaba un negocio poco claro. Se exaltaba y decía dos o tres frases tajantes, que destapaban aquello que alguien pretendía disimular. En esas ocasiones la tonada cordobesa se marcaba mucho más que habitualmente.

“Don Taboada” murió en su casa y en su cama, el 11 de noviembre de 1994. Su hijo Roque tiene familia y taller en Río Colorado; es padre de dos chicas y un varón. Él me ha brindado estos datos y la foto que acompaña este artículo. Me aclara: “El viejo tenía muchas fotos con Alfonsín, pero apenas pudimos salvar esta. Las rompió cuando Alfonsín firmó el Pacto de Olivos.”

Esta actitud de don Taboada me recuerda una definición del infatigable Benito Juárez, en una carta a Matías Romero: "Que el enemigo nos venza o nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar el atentado, entregándole voluntariamente lo que nos exige por la fuerza. Dejemos siquiera vivo nuestro derecho, para que las generaciones que nos sucedan lo recobren."

Así pensaba y obraba también Arnaldo Taboada.

Y no tendrá un cielo en la tele o en los diarios; pero se merece otro mejor, en nuestra memoria.




2 comentarios:

salinaseg dijo...

soy de s a oeste hijo tambin de un vijo salinero,ycordobe.yo trabaje con el cholo todo el timpo que estubo en san a oeste.un tipo barbaro,mejor dicho un libro avierto.tambin conosco a sus hijos,el quno y el pino como les desia el.soy el mencho busto,salinero de alma.

Anónimo dijo...

soy de s a oeste.hijo de salinero,genaro bustos.trabaje todo el timpo que el cholo estubo en san a oeste.un tipo barbaro,un libro abierto.hoy buscando algo en la u.o.s.a.encontre el comentario del colo ,se me puso la piel de gallina.soy el mencho bustos.salinero de alma