jueves, 26 de febrero de 2009

Guillermo David y el pampa Ferreyra, "el indio anarquista"


Las "alamedas de la historia" , aquellas que mencionaba Salvador Allende, ¿serán como estas del camino a la Colonia Juliá y Echarren? Por aquí habrá andado el "pampa" Ferreyra...


Ferreyra, el indio anarquista.

La generosidad del pensador y ensayista Guillermo David nos permite incluir aquí parte de uno de sus trabajos más recientes, que se relaciona con Río Colorado. Lo citamos:

“Una de las cuestiones más debatidas al considerar casos como los de Ceferino Namuncurá es la de la difícil, si no imposible decisión que afronta la víctima: la de tomar otras derivas frente a los hechos, que parecen no ofrecer muchas opciones. Se da por supuesto que un niño apropiado no podría haber hecho otra cosa más que aceptar supinamente la opresión. Pero en medio de las más atroces catástrofes a menudo resplandecen ciertos personajes cuyas vidas permiten matizar las derivas de la historia, que, post factum, suele ser considerada una fatalidad sin alternativas posibles.

El caso del pampa Ferreyra es uno de ellos. En su libro Gentes del Colorado – Los Burnichón y su tiempo (Bahía Blanca, 1982) José Antonio Otero, médico comunista de vasta actuación en la zona, refiere que conoció a Juana Díaz de Ferreyra cuando “era una tejedora indígena que pasaba los cien años de edad”. Es la suya una historia similar a la de Rosario Burgos, la madre de Ceferino, con quien probablemente haya tenido contacto. Pues como ella, habiendo sido cautiva de niña en épocas de Calfucurá, Juana fue criada en Chimpay en los toldos de Namuncurá. Según su testimonio, fue llevada al centro de la Provincia de Buenos Aires durante un malón y entregada a la tribu de Catriel, en cuyas tolderías vivió muchos años.

/…/ según sus palabras, Juana Díaz “pasó como cautiva por varias manos, y también por huincas”. En algún momento de su periplo como esclava consiguió establecerse y formar familia con el hijo del cacique catrielero Pichihuinca que tomó su nombre de Juan Ferreyra, famoso baquiano del ejército, quien le salvó la vida en una ocasión. Fallecido su hombre retornó a los toldos de Namuncurá en Chimpay” /… /sucedida la derrota a manos del ejército roquista comenzó la diáspora.

Su hijo, Pedro Ferreyra, apodado también “el pampa”, era un tapecito taciturno que, como Ceferino, fue arrancado de su hogar en Chimpay y llevado por los vencedores de su tribu a Buenos Aires, donde ingresó como peón al servicio de un establecimiento religioso. A diferencia de aquel, que por ser hijo de un gran cacique tuvo el privilegio de ingresar en el Colegio Pío IX, a Ferreyra solo le cupo un modesto empleo doméstico. Pero el joven, astuto e inquieto, que según los testimonios al igual que el futuro beato rápidamente se ganó la confianza de los religiosos, a diferencia de aquel no se dejó conquistar: en su fuero íntimo se mantuvo alerta, preservando bajo un semblante de docilidad la rebeldía natural originaria. Esa disposición anímica haría eclosión una tarde en que alguien le acercó subrepticiamente unos impresos en los que deletreó por primera vez la palabra “bóer”; la prensa anarquista circulaba como un virus, como una orden secreta presta a activarse en el momento indicado.”

Con estas palabras David nos introduce en la vida de Ferreyra, rica en azares y entreveros.


Después de esa lectura clandestina, ¿qué fue de la vida del “indio anarquista”? Adhirió a la causa de los republicanos bóer contra el imperio inglés; decidido a pelear junto a ellos, se fue de polizón a Sudáfrica, en un barco que cargaba acémilas destinadas al frente. Me divierte pensar que habrá sido uno de esos transportes de mulas enviadas para el ejército imperial desde las estancias inglesas de la Patagonia; sin saberlo, llevaban gratis al enemigo.


Las condiciones eran desfavorables para los granjeros boers: los ingleses movieron casi medio millón de hombres contra aquellos 35.000 voluntarios, y anticipando las tácticas de los yanquis en Vietnam, hicieron tierra arrasada de las pequeñas ciudades, granjas, casas y cultivos de sus adversarios, a los que mataron a mansalva. Algún cuento de Kipling recuerda estos crímenes de guerra. En aquella misma contienda, observa David, estuvieron alistados Winston Churchill como oficial imperial y Mahatma Gandhi como camillero.

De resultas de una herida engangrenada, Ferreyra perdió allí una pierna. Fue luego a dar con sus huesos en Italia, donde sólo consiguió trabajo como matón de la mafia. Era hombre de coraje, apto para enfrentamientos mortales. Pero añoraba sus pampas y su libertad; cuando lo enviaron a Dinamarca para realizar un asesinato, aprovechó para evadirse hacia América.

Anduvo matrereando por Corrientes y Entre Ríos, y al fin volvió a Río Colorado, donde vivía su mamá, tejedora y curadora. Don Lorenzo Juliá, fundador de la Colonia, le brindó lugar y trabajo como cocinero en sus tierras.

De nuevo sigamos el texto de Guillermo David: “Ferreyra solía relatar en magnífica forma toda la experiencia de las etapas cumplidas en su vida” –referirá Juliá a Otero. /…/ “tenía una gran capacidad para predecir el tiempo, los vientos, las lluvias y las tormentas captando, de los animales y las plantas, signos que lo orientaban ante el asombro de quienes lo rodeaban.” /…/ Según testimonio de Graciela, hija de Lorenzo Juliá, su conocimiento de los misterios de la naturaleza y el alma humana alcanzaban ribetes sobrenaturales. Por ejemplo, cuando llegaba una visita a la chacra, él miraba el vuelo de los pájaros y de ese modo conocía el carácter del visitante, si había que confiar en él o no, etc. Asimismo, un verano tórrido, cuando la cosecha de peras ya estaba madura, sin que nada lo anunciara vaticinó una helada mortal que quemó los frutales.”

Ferreyra estuvo junto a los Juliá hasta su muerte, acaecida a los 90 años de edad. Su trayectoria es, a juicio del autor que estamos citando, una demostración de la existencia de otros caminos para las víctimas, que no pasaban necesariamente por la sumisión.

A fin de año podremos leer este trabajo de Guillermo David, junto a otros igualmente significativos, en su libro “La tierra del diablo” que será publicado por Ediciones Las Cuarenta. Ya lo estamos esperando.

viernes, 13 de febrero de 2009

Fastos y operaciones simbólicas del Proceso, 1978 – 1979. (1)

Placa instalada, bendecida y aplaudida en mayo de 1979, ante el Puente carretero histórico. Homenaje de la Municipalidad de Río Colorado a los héroes de la "Campaña del Desierto". (Ver parte 3 de esta crónica).


Fastos y operaciones simbólicas del Proceso, 1978 – 1979.

Operaciones de refundación simbólica

En 1979 la dictadura cívico-militar (autodenominada Proceso de Reorganización Nacional) dio continuidad a una serie de fastos que había comenzado en el año anterior. Con estas conmemoraciones, el gobierno autoritario y genocida intentaba realizar una operación simbólica de refundación: instalar en la mentalidad colectiva la idea de que estaba naciendo una “nueva Argentina”. Nueva, pero que tenía sus raíces en ciertos “grandes hechos históricos” anteriores; grandes hechos que eran de tipo militar y punitivo. Lo que es mucho más grave, se procuraba moldear las cabezas para que la sociedad aceptara como algo benéfico el castigo a los que eran diferentes, a los que se oponían al “orden” establecido por los genocidas y sus socios civiles.

Los antecedentes de 1978

Los “operativos de oscurecimiento”


Un momento de refuerzo simbólico favorable a la dictadura se produjo entre fines de 1977 y comienzos de 1978. El gobierno y los medios de prensa hicieron campaña para prevenirnos acerca del peligro de una guerra con Chile. Se nos decía que el litigio por la zona del canal Beagle iba a desembocar muy posiblemente en un conflicto armado, porque Chile no reconocía los justos reclamos de la Argentina y pretendía quedarse con territorios de esta.

Como parte de la campaña de mentalización y uniformación, se hicieron “operativos de oscurecimiento”. En determinadas noches había que oscurecer toda la zona urbana y las chacras, para practicar lo que debía hacerse en caso de un ataque de aviones de guerra chilenos. Con este argumento, se nombraban Jefes de Manzana, que tenían que llevar un listado de los vecinos y registrar las actitudes de estos. En las noches de “operativo”, estos jefes (que a su vez dependían de otros, en una estructura piramidal) recorrían sus manzanas y llamaban la atención a quienes no tapaban debidamente las aberturas de sus casas para que no saliera luz al exterior. Se nos instruía acerca del modo de cubrir las aberturas, los focos de los autos y cualquier fuente de luz. La luz era peligrosa.

Por entonces ya hacía años que existían los sensores de radiación infrarroja, de modo que de poco habría servido el “oscurecimiento” en caso de un verdadero ataque aéreo; por otra parte, era ingenuo suponer que los presuntos enemigos no iban a saber atacar durante el día. En realidad, el verdadero propósito de estos operativos era cuasi militarizar a la población, crear un fantasma de agresión externa que hiciera dejar de lado y silenciar toda disidencia interna, generando una sensación de “estás vigilado”.

Acentuando el clima bélico, en nuestra localidad se instalaron soldados de un regimiento de defensa antiaérea, que armaron baterías sobre la llamada “loma de la Ermita” y en Buena Parada (en el edificio donde ahora está el Hogar del Niño.)

Proseguimos esta crónica en el artículo siguiente.

Fastos y operaciones simbólicas del Proceso (1978-1979) parte 2.


El monolito de homenaje al General J.A.Roca y a la "Campaña del Desierto", en Choele Choel. Inaugurado en 1944 por el régimen militar de entonces, fue en 1978 el centro de un acto público con la presencia del Gral. Albano Harguindeguy, uno de los gestores del terrorismo de Estado.

Fastos y operaciones simbólicas del Proceso, 1978 – 1979.

El Mundial ‘78


En 1978, a ese gobierno terrorista le había venido muy bien la primera celebración de un campeonato mundial de fútbol en el país, y el triunfo de la selección argentina. Le sirvió hacia fuera: los grupos económicos de otros países que hacían negocios con la dictadura pudieron alegar que en la Argentina había “orden” y “tranquilidad”. Precisamente en ese año en que las desapariciones, las muertes y los robos de niños alcanzaban cifras inigualadas. También le sirvió hacia adentro: grandes grupos de la población se involucraron en un clima de festejo, de “todo anda bien”, con la idea de que “somos los mejores del mundo”, de que “todos los argentinos estamos unidos en esto.” Lemas todos que contribuían a la continuidad y al refuerzo del terrorismo de Estado y de la política económica de desindustrialización y reducción de la economía.

En Río Colorado el festejo por el mundial de fútbol reunió a mucha gente en la plaza. Entre gritos de “Argentina, Argentina” y banderas desplegadas, el Intendente de facto encabezó los festejos y dijo algunas palabras.

San Martín como “General”.

Previamente se había desarrollado otra operación simbólica importante. Aprovechando que en 1978 se cumplían los 200 años del nacimiento de José de San Martín, se realizó una campaña de conmemoración militarista a lo largo de todo el año. Se les enviaron contenidos especiales a las escuelas y colegios, se ofrecieron conferencias, y en cada localidad, por pequeña que fuese, se formó una Comisión designada por su intendente para realizar la promoción de San Martín.

Se destacaban sus perfiles como militar y hombre de orden; no se habló de su pensamiento político, de su defensa de la independencia económica, de su antiimperialismo y sus posiciones libertarias. San Martín era “el General” y muy poco más. Se agregaba alguna referencia a su “ejemplar vida familiar”, sin mencionar sus relaciones ni algún hijo extra matrimonial.
El Año Sanmartiniano llegó hasta los parabrisas de los autos, en los que se pegaban calcomanías alusivas. Era este también un modo de identificación y refuerzo mutuo de los que simpatizaban con el Proceso. Se emitieron estampillas y se editaron suplementos especiales de las revistas escolares. Tuvo especial difusión la conferencia del Dr. René Favaloro sobre San Martín, que circulaba en cassettes.

En ese mismo año se cumplía el bicentenario del nacimiento de Mariano Moreno, pero no hubo alusión alguna al hecho. Tampoco en la “sociedad civil”: ningún diario emitió un suplemento especial sobre el autor del Plan de Operaciones, mientras que varios sí lo hicieron para conmemorar al “General San Martín.”

Terminamos esta revisión en el artículo siguiente.

Fastos y operaciones simbólicas del Proceso, 1978 - 1979 (parte 3 y última)


Placa "del personal policial" en homenaje a la "Campaña del Desierto". Instalada junto al puente carretero histórico, en 1979.


Fastos y operaciones simbólicas del Proceso, 1978 – 1979.

La “Campaña del Desierto”.

Apenas terminado el año sanmartiniano, nuevamente los intendentes fueron instados a formar comisiones "de notables" en las localidades patagónicas. Esta vez, las comisiones debían organizar la conmemoración del centenario de la Campaña “del Desierto” de 1879. La dictadura terrorista adoptó esa campaña como un elemento simbólico central. Esos militares esforzados que habían luchado “contra el salvajismo” y el desorden, eran presentados como los antecesores de los actuales señores de la espada. Los pueblos originarios eran asimilados a los perseguidos por el régimen, a quienes se denominaba "subversivos". Subversivo y salvaje eran emparentados en este discurso dictatorial.

(Acotemos que en el año 2001 el abogado Horacio Liendo, hijo del general del mismo nombre y asesor principal de Domingo Cavallo, planteaba también que la opción entre "civilización y barbarie" estaba aún vigente. Si queríamos ser "civilizados", debíamos aceptar la deuda externa ilegítima, mantener las ataduras a los organismos de manejo económico internacional, evitar todo pujo de independencia económica, no aplicar políticas cambiarias o aduaneras, no regular las relaciones laborales para defender a los trabajadores. Lo contrario, la protección de nuestras fuentes de riqueza, de los trabajadores y de las actividades nacionales, era "barbarie". Así lo dijo. Esto nos permite ubicar los intereses que se deslizan tras las definiciones aparentemente "históricas".)
En aquel año 1978, de nuevo las escuelas recibieron folletería con materiales “especiales” (como los habían recibido para abordar el Año Sanmartiniano y el conflicto del canal de Beagle). Era este un modo de desembarcar en las aulas con un programa ideológico que legitimaba al régimen del terror de estado.
Cabalgatas, monolitos chicos y monolitos grandes.
Lo más pintoresco que se registró en la zona fue una cabalgata, encabezada por el Sr. Videla Dorna, de vieja estirpe oligárquica, con la pregonada intención de imitar al pie de la letra la marcha de los expedicionarios de 1879.
La cabalgata, auspiciada por la Sociedad Rural de Bahía Blanca, el diario La Nueva Provincia, el V Cuerpo de Ejército y los gobiernos nacional, provinciales y municipales, salió de Bahía Blanca el 15 de mayo. Tenía que llegar a Choele Choel el 25 de Mayo, y festejar allí el día del movimento de Mayo de 1810, como lo habían hecho las tropas en 1879.
Se comentó en los medios que los jinetes imitaban hasta en su alimentación a los “héroes” de 1879. Quizás hubo algunas diferencias, porque tenemos entendido que ni Julio A. Roca ni sus oficiales consumían tanto whisky como sus émulos de un siglo después. Tampoco disponían de cómodas camionetas para sortear las distancias entre pueblo y pueblo y aguardar a los pocos que efectivamente iban de a caballo.
Lo cierto es que el 20 de mayo la cabalgata llegó a Río Colorado, donde fue agasajada con un pantagruélico asado que organizaron las autoridades municipales y las fuerzas vivas. Los riocoloradenses pudimos ver de cerca al Gral. José A. Vaquero, jefe del V Cuerpo de Ejército, que venía con la caravana. Era para el escalofrío.
A modo de conmemoración, se colocaron dos placas junto al viejo puente carretero. No era ese el lugar por donde los expedicionarios cruzaron el río, pero quedaba más cómodo hacer el homenaje allí. Una placa está firmada por “La Municipalidad de Río Colorado” y hace presente en el “Centenario de la Campaña del Desierto” su “homenaje a los héroes que agrandaron nuestras fronteras civilizadoras”. (Ver foto en la parte 1 de esta crónica).
Como no existían unidades de las fuerzas armadas con sede en la localidad, parece que se optó por hacerle pagar la otra placa a la Policía. ¿Quizás pensando que la Campaña fue una especie de operación policial? La referencia es también a la “Campaña del Desierto”, al personal policial, y a su “homenaje a la gloriosa empresa”. (Foto en este artículo).
Las placas fueron descubiertas en un acto público. Concurrieron delegaciones escolares, el Intendente de facto pronunció un discurso, y el cura párroco bendijo las placas, además de solicitar una oración por aquellos héroes militares (los de 1879). El acto no contó casi con concurrencia civil.
La gran movida de Choele
A los pocos días tuvo lugar en Choele Choel el momento más sonado de esta puesta en escena. Allí, el 25 de mayo, se realizó el acto central de conmemoración de la "Campaña del Desierto". El sitio elegido fue el monstruoso monolito que aplasta la vista desde 1944 hasta hoy (ver foto en la parte 2 de esta crónica). El acto fue presidido por el general Albano Harguindeguy, Ministro del Interior de aquel gobierno y pieza maestra del sistema de terror; estuvieron presentes en el palco el general Luciano B. Menéndez, feroz ejecutor de detenidos ilegalmente, el general Vaquero, bajo cuya jurisdicción funcionaron varios campos de exterminio clandestino, y otros jefes militares destacados.
En el acto de inauguración del monolito estuvieron presentes figuras políticas locales que luego harían carrera en tiempos de la democracia.

Ramón
13 de febrero de 2009

Nota bibliográfica

Para saber más, y mejor:

- el trabajo de Carlos Espinosa. El monolito gigante de homenaje a las Fuerzas Armadas en Choele Choel, en el que se narra la historia de este monumento diseñado por el escultor Alfredo Bigatti (también coautor del Monumento a la Bandera, de Rosario). Pueden solicitarlo a su autor, a perfiles@rnonline.com.ar

- el libro de Osvaldo Bayer "Entredichos". Buenos Aires, Ochava Ediciones, 2008,

- el artículo de Laura Sánchez "La negación del genocidio en el discurso sobre la Conquista del Desierto". En las 3ras. Jornadas de Historia de la Patagonia, S.C. de Bariloche, 2008.

jueves, 12 de febrero de 2009

La pueblada del 2 de abril de 1984, por la revisión de la deuda externa.

La plaza en otoño. Ojalá volviera a llenarse como aquel 2 de abril del 84...


LA PUEBLADA DEL 84

Pueblos y puebladas



Cuando los pueblos se hartan, o cuando se sienten amenazados, ocurren las puebladas. Pobre del pueblo que no las haya tenido. Como dice el protagonista de la película V de venganza “mejor que el gobierno le tenga miedo al pueblo, y no el pueblo al gobierno”.

Estamos recordando las puebladas más recientes de Río Colorado, las que todavía están en la memoria colectiva, contrarrestando a duras penas el eficaz funcionamiento de las “máquinas de olvido” mediáticas, académicas y políticas. Estos mecanismos tienden a borrar el recuerdo de acontecimientos que ponen en cuestión las arbitrariedades de un poder olvidado de sus mandatos.

Hemos narrado ya la pueblada de 1972, reacción contra el pésimo manejo de la obra de pavimento urbano. Era en realidad una rebelión contra el autoritarismo tecnocrático. Aquel movimiento masivo depuso a un intendente y le movió el piso a un gobernador militar.

En un próximo artículo vamos a dar cuenta de la que se produjo en 2002, frente a la soberbia de quienes instrumentaban ajuste tras ajuste, sin percatarse de lo extremo de una situación social frágil, con desempleo y angustia generalizada. Esta última pueblada, en cuyo transcurso los trabajadores y desempleados ocuparon el Municipio y renunció un importante referente político del sistema provincial, encontró amplia difusión en el país.

Hoy haremos memoria de una pueblada pacífica, tan serena como firme. A nuestro entender fue una demostración de madurez política de nuestro pueblo. Esta movilización ocupó la plaza San Martín en abril de 1984; sus ecos llegaron hasta la prensa escrita y oral nacional. Si hubiera sido imitada en todas las plazas de la Argentina, otra hubiera sido nuestra historia reciente.

Numa Bini

Para comenzar esta historia, es obligado hacer referencia al promotor del movimiento, Numa Bini. Así podremos entender por qué prosperó la idea de hacerlo, y por qué todos participamos.

Bini era en los años ’80 el Intendente local de Agua y Energía Eléctrica de la Nación. Era esta, desde la década de 1940, una empresa fundamental para la provincia y para la zona, porque manejaba las obras de regadío, diseñaba proyectos, los gestionaba, y acopiaba información relevante sobre el manejo del recurso hídrico en la región, de manera integrada con todo el conjunto del país.

Cuando terminó la dictadura cívico-militar de 1976-83, este hombre pudo haberse quedado disfrutando de su cargo, sin complicarse la existencia y atendiendo su vida privada. Pero prefirió dedicar su destacada capacidad técnica y política a la cosa pública.

Hay gente y hechos que con el tiempo, al entrar en comparación con otros sucesos y personas, van disminuyendo en la evaluación. En cambio otras personas y sucesos, por contraste con lo que viene después, se agrandan. Los testigos vemos cada vez más, en ellos, la presencia y vigencia de ciertos valores fundamentales para la vida y la sociedad. Entre los que se agrandan con el tiempo, lo incluyo a Numa.

Fue candidato a gobernador de Río Negro por el Partido Intransigente en las elecciones del 30 de octubre de 1983. Realizó una campaña esclarecedora y sin agresiones, distante pero respetuosa de los demás partidos. Se preveía una polarización en los comicios, entre el peronismo y el radicalismo, que eran las fuerzas mayoritarias. Y así ocurrió. Lamentablemente, se perdió la oportunidad de que personas como este hombre de quien hablamos llegaran a cargos de gobierno. Penosa omisión, porque había personas que militaban con seriedad y con vocación popular y nacional en ese partido.

Apenas concluyó el cómputo de los votos y se supo quiénes habían sido elegidos en la localidad, la provincia y la nación, Bini estuvo contribuyendo como dirigente y como técnico para que la gestión de los mandatarios fuera exitosa.

En esa época me habían designado en un cargo municipal, y a menudo recibía la visita de Numa, que venía a conversar con el intendente Juan Alfonso (“Juanchi”) Villalba (1983-85, reelecto para 1985-87), para transmitirle inquietudes y ofrecerle ideas.

Contra el desguace de Agua y Energía

Por medio de “Juanchi”, Numa solicitó una entrevista con el gobernador, Osvaldo Alvarez Guerrero (1983-1987) en la que se atrevió a plantearle un tema tan delicado como importante. Se hablaba de disolver la empresa Agua y Energía Eléctrica de la Nación, entregando sus retazos a las provincias. Numa sostenía que era una idea equivocada: con el pretexto de “federalizar” la gran empresa, se la iba a atomizar y devaluar. Con sus dimensiones de entonces, AyEE era sostenida por el presupuesto nacional, sin gravar a la provincia; disponía de información y técnicos de calidad, lo que la convertía en una consultora gratuita para los gobiernos provinciales y locales; podía proyectar y encarar obras de gran magnitud, y manejar sistemas que a nivel local eran deficitarios, gracias al aporte compensatorio de la Nación, que promovía a las regiones menos privilegiadas del país.

Numa planteó estos razonamientos, sin éxito. Supone quien escribe estos renglones, que el desguazamiento de la empresa significaba una cuota de poder para la partidocracia, una cantidad de empleos y cargos a disposición de la política menuda, y la ilusión de manejar algo. Las consultoras privadas, las contratistas de obras y algunos grupos de profesionales aplaudían también la idea del desarme, que significaría una privatización de la inteligencia y la consiguiente posibilidad de contratos interesantes. De modo que Agua y Energía Eléctrica entró en el camino de las “provincializaciones”. Pero deseo destacar el coraje civil de un hombre que pudo haber permanecido en silencio, y en cambio puso lo suyo al servicio de una causa – aún previendo que no iba a ser escuchado.

Otro episodio lo pinta de cuerpo entero. Un día invitó al intendente Villalba y a este cronista a su lugar de trabajo en Agua y Energía. Era para demostrarnos, sobre los planos que tenía la empresa, la posibilidad de hacer un drenaje a cielo abierto que iba a corregir, de modo natural y casi sin costos, el problema de la elevada napa freática en la zona urbana. La napa alta, a sólo 25 cm del piso en algunos lugares, estaba provocando grietas y derrumbes. Los técnicos aconsejaban asentar todas las construcciones sobre una gruesa batea de cemento armado de un tipo determinado –con el enorme costo que se puede suponer. Numa facilitó las máquinas de Agua y Energía, se hicieron las acequias a cielo abierto que él proponía, el agua comenzó a escurrir lentamente, y en pocos meses se resolvió el problema.

La propuesta de una movilización

A fines de febrero de 1984, tan sólo a unos sesenta días de haber asumido los primeros gobiernos electos, Numa comenzó a plantear un problema básico que no todos tenían presente: el volumen monstruoso de la deuda externa que habían dejado impaga los gobernantes de la dictadura, iba a atar de pies y manos a los gobiernos constitucionales. Si la deuda externa no se revisaba, en muchos aspectos sería ilusorio decir que teníamos un gobierno con capacidad de decisión en favor del pueblo. Las autoridades electas iban a ser rehenes de las finanzas internacionales y de sus personeros locales.

Bini sostenía que debían reunirse todas las fuerzas políticas y todas las entidades ciudadanas, para dar su respaldo al gobierno nacional (el del Dr. Raúl Alfonsín) y al Congreso, a quien incumbe la negociación de la deuda, a fin de que rechazaran su pago, basándose en su falta de legitimidad. Había que revisar esa carga enorme hasta establecer qué endeudamiento había sido contraído legítimamente. Pero además, insistía Numa, el punto era la imposibilidad concreta del pago. Tiempo después, un extenso fallo del juez federal Dr. Ballesteros ratificaría que esa deuda era fraudulenta e ilegítima.

Numa Bini (quien, reiteremos, no era oficialista) conversó con el intendente, con los dirigentes de los distintos partidos sin excepción, con los representantes de la APDH (Asamblea por los Derechos Humanos)… en fin, con todos. En sus recorridas por las chacras para explicarles a los productores el motivo de esta movilización, lo acompañaron Juancho Prates y el Dr. Carlos Peña, dirigentes del partido Justicialista (que a la sazón también estaba en la oposición). De este modo se logró que el martes 2 de abril de 1984, se llevara a cabo la movilización callejera. Para quien esto escribe, ese encuentro público significó para Río Colorado un nivel de conciencia y manifestación política inigualado en el país.

El día de la plaza

Fue un día hábil, pero cerraron los comercios, las oficinas públicas, las escuelas, hasta los bancos. Hubo asueto oficial... y el que la propia gente se tomó. En la plaza vivimos un ambiente festivo desde media mañana. Vinieron familias enteras a participar. Había chicos y jóvenes, interesados en lo que sucedía. Escuchamos música de artistas locales, y luego hablaron todos los dirigentes políticos de Río Colorado, comenzando por el propio Numa. Este no aprovechó para ocupar “el centro de la foto”, sino que destacó el papel del conjunto de la sociedad en el movimiento.

Todas las fuerzas políticas y sociales firmaron un manifiesto en el que se le pedía al Presidente y al Congreso de la Nación que suspendieran el pago de la deuda externa y la renegociaran. El logro de este consenso, debido en gran parte a Bini, significó un éxito político sin dueños particulares.

La “plaza de Río Colorado” (así se la llamó) ocupó un lugar importante en las páginas de los diarios regionales y nacionales. El sábado 7 de abril Eduardo Aliverti hizo una crónica de la asamblea pública en su programa radial, emitido desde Buenos Aires. El amigo Carlos Espinosa, periodista e investigador de la historia local y regional, estuvo presente el día 2 y envió sus despachos para la agencia Telam: "transmití desde la Cooperativa, utilizando un telex Siemens 1000 (aparato infernal, si lo hubo)" me cuenta. Él encontró el mejor de los títulos a esa jornada: "Yo siempre recordé el episodio, con un poco de humor, como "el día que desde la Patagonia se hizo tambalear al FMI". Puede parecer que ese rótulo nos queda grande... pero quién sabe: si el ejemplo hubiera cundido...

Dentro de poco se cumplirán los 25 años de esta memorable movilización popular . Pese a lo que proponía Numa Bini, la empresa Agua y Energía Eléctrica de la Nación se fragmentó y se perdió. Y también, pese a lo que proponía él y a lo que ese día quiso todo el pueblo de Río Colorado, las fuerzas políticas perdieron su capacidad para luchar juntas contra la enajenación nacional. Luego sucedió todo lo que sucedió.

Pero Bini (y con él los que llenaron la plaza aquel día) habían puesto la voz y el cuerpo para que las cosas ocurrieran de otro modo. ¿Fueron demasiado idealistas, como se dijo entonces? Por el contrario, habría que decir que propusieron lo más práctico y sensato, lo que se hubiera debido hacer antes que nada y entre todos. En la historia reciente de Latinoamérica hemos presenciado definiciones similares a las que proponían esos "idealistas" de la plaza de Río Colorado en 1984. Si a alguien es imputable la frustración histórica que nos sucedió después. no es precisamente a ellos.


Ramón Minieri

12 de febrero de 2009