Avión Beetchcraft AT 11. Junto con los Catalina, fue una de las máquinas de que se disponía en la Base Aeronaval Comandante Espora (desde la cual se organizó el bombardeo) en 1955.
Continuamos y concluimos con el documento aportado por el Prof. Suárez. Los puntos suspensivos corresponden a lugares donde no se logra reconstruir el texto original.
Pasamos así un día realmente terrible y no lo fue menos gran parte del lunes 19, pues apenas llegada la luz del día, observóse la indeseada visita de tres aviones y pudieron apreciarse varias explosiones que provocaron la destrucción de unos vagones tanques que contenían petróleo, el cual se incendió y formó una larga espesa columna de humo, la que apreciada a la distancia y sin saberse la causa que la producía, creaba en la imaginación terribles supuestos. Otras de las bombas de ese día causó el destrozo y un principio de incendio en parte de las casas ubicadas en el ángulo sur de la Colonia ferroviaria; y otra de esas bombas cayó exactamente en la vereda sur de la Avenida San Martín, próxima al extremo este de la casa habitación del Jefe de la estación, por supuesto evacuada ya, destrozando por completo un jeep del ejército que estaba detenido en las proximidades. Estas tres bombas completaron el cuadro de desastre para los edificios comerciales de la Avenida San Martín, en el sector comprendido entre las calles Rivadavia e Hipólito Irigoyen, todo acusando serios destrozos, desde sus cortinas metálicas colgando en trozos, sus cristales destrozados, resentidos los techos, semi hundidos algunos, acusando peligrosas combas; puertas y ventanas desplazadas, y un pandemonium de cosas revueltas, de artículos entremezclados, maderas colgantes, etc, etc, todo lo cual acusa para la economía riocoloradense un sensible quebranto y una grave desorganización, pues deberá pasar un largo tiempo hasta que la normalidad estética y económica pueda restablecerse, para lo cual, sin duda han de contribuir los organismos oficiales competentes, que han de comprender que una población pacífica y trabajadora como Río Colorado sufra, diríamos que sin comerlo ni beberlo, semejantes consecuencias, tan grandes perjuicios materiales, aparte de la tremenda depresión moral luego de 3 días de angustias.
Los comunicados radiales de la tarde del lunes, anunciando la posibilidad de una reunión de jefes de los Comandos en lucha, trajeron una enorme sensación de alivio, pues a decir de verdad como parte afectada que éramos, la población en su totalidad, y eso puede afirmarse, se anhelaba por sobre todas las cosas que hubiera paz, y volviera la tranquilidad a su agitado espíritu. Porque una cosa es estar detrás de las radios escuchando lo que sucede en otras partes, y otra cosa es estar en una de esas partes, muriéndose de angustias, sintiéndose presa entre las invisibles garras del terror. Y cuando la radio anunció por parte de ambos bandos que se había llegado a un acuerdo para buscar un entendimiento, esa sensación de alivio a la que hacíamos referencia, se expresó por medio de esas cándidas palabras que escapan de la jaula del alma, y que son esos hondos suspiros que constituyen el mejor descanso para el fatigado espíritu.
Por lo demás, se supo que las fuerzas procedentes de Covunco y Neuquén, con el sentido práctico de las circunstancias, habían resuelto deponer su actitud de oposición al movimiento, para lo cual extendióse banderas blancas, señal que fue recogida por (……….) pasar una noche tranquila.
En las primeras horas del martes 20, se inició el retorno de la población a sus hogares, entregada en cuerpo y alma a la acordada tregua de 72 horas convenida entre los comandos.
Desde todos los hogares afluían los vehículos conduciendo cientos y cientos de personas que, no obstante la presencia de tres aviones sobre el pueblo, habían recobrado en parte la tranquilidad. Pero esa tranquilidad fue turbada en varias oportunidades, no por la presencia de los aviones, que luego de cumplir una misión de observación, se habían alejado, y esta vez para no retornar en todo ese día, sino por la invasión en el ambiente de los rumores mas disparatados, semilla fatal que fructificaba inmediatamente en el resentido espíritu, originándose otra vez, otra vez y otra vez, el intento de un nuevo éxodo, con disparadas precipitadas, correr de vehículos, gritos de alarma que flajelaban el alma de los que, sin saber qué ocurría, salían de las casas y no sabían que hacer para huir del supuesto peligro, del imaginario peligro. Solo cuando las tropas se alejaron del pueblo dirigiéndose, según informaron, hacia Neuquén renació la calma (…..).
Conti
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